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Valeria Quiñonez
La inteligencia artificial ya no es un tema de ciencia ficción, sino un protagonista silencioso en Hollywood. Hoy el debate enfrenta a quienes la ven como una herramienta que reduce costos y acelera producciones, por otro lado, a quienes alertan que amenaza la esencia del cine.
Actualmente la industria cinematográfica está pasando por un proceso de modernización donde la Inteligencia Artificial está comenzando a escribir guiones, rejuvenecer actores y hasta doblar voces. La pregunta es clara: ¿Será una ayuda bienvenida o el comienzo de una deshumanización del arte cinematográfico?
Visión optimista
La conocida multinacional mexicana de servicios de tecnología, Softtek, sostiene que la IA puede reducir los costos de producción en hasta un 30%, acelerar la postproducción y posibilitar estrenos globales simultáneos. La personalización inteligente y las recomendaciones algorítmicas podrían elevar la retención de audiencia hasta en un 50%, mientras que la localización automática facilita lanzamientos internacionales más rápidos, ampliando el alcance y la rentabilidad.
Los riesgos también se hacen escuchar cuando se habla de saturación de contenido similar y pérdida de originalidad al automatizar procesos creativos, además de diles éticos como el deepfake (videos falsos generados con IA que imitan rostros o voces). Además de la creciente dependencia tecnológica que podría relegar al ser humano en la toma de decisiones narrativas.
Voces críticas
James Cameron
El director de Avatar no es ajeno a la innovación tecnológica, a lo largo de su carrera ha utilizado efectos visuales pioneros. A pesar de esto Cameron sostiene que la IA generativa representa un desafío completamente distinto.
Cameron comparó el uso de IA con “el Lejano Oeste”, un territorio donde no existen normas claras. Para él, el problema central es que la IA puede recrear actores sin su consentimiento o incluso “revivir” a intérpretes fallecidos, lo cual cuestiona la ética y autenticidad del arte. Pese a su preocupación, Cameron no rechaza la tecnología por completo, reconoce que la IA puede agilizar producciones que actualmente toman años, expresó: “Me lleva cuatro años hacer una película de Avatar, así que pienso en lo genial que sería si pudiera hacerla en tres o dos años. Su opinión no se basa en eliminar la IA, sino en establecer reglas claras que garanticen que sigue siendo un instrumento a servicio de la creatividad y no su reemplazo.
Guillermo del Toro
El director de La Forma Del Agua, en cambio, adopta una postura mucho más frontal. Durante la Comic-Con de San Diego 2025, el cineasta mexicano fue contundente: “No quiero lo digital. No quiero IA. No quiero simulación. Quiero artesanía tradicional. Quiero gente pintando, construyendo, martillando, ensayando”.
Del Toro defiende que el cine es un arte profundamente humano, construido a partir de la emoción y la experiencia. Crea una metáfora de cómo el arte generado con IA es como “un dulce”: llamativo y decorativo pero vacío en sustancia. En cambio, el cine hecho por personas es “proteína”: nutritiva y esencial para la expresión artística. Su rechazo a la IA no viene del temor a la tecnología, sino de que la esencia del cine está en lo artesanal.
Caso The Brutalist
The Brutalist, dirigida por Brady Corbet, fue nominada a 10 Oscars y generó debate en Hollywood al revelar que se utilizó IA para pulir los acentos húngaros de Adrien Brody y Felicity Jones. El editor Dávid Jancsó explicó que usó Respeecher (una herramienta de síntesis de voz) combinando su propia voz, como hablante nativo, con la de los actores para perfeccionar fonemas difíciles.
Corbet aclaró que los actores trabajaron con coaches durante meses y que la IA sólo se empleó “para refinar ciertas vocales y letras”, enfatizando que las actuaciones fueron completamente suyas. Negó también que la IA se haya usado para generar arquitectura: las imágenes fueron dibujadas a mano por artistas.
El cine siempre ha evolucionado junto con la tecnología: desde el sonido hasta el CGI. Un estudio académico llamado “Balancing Creativity and Automation” hecho este año, plantea que la clave está en ver la IA como una herramienta al servicio del autor y no como un socio autónomo. La discusión ética, estética y profesional apenas comienza. El desafío: integrar la eficiencia sin sacrificar lo que hace al cine profundamente humano.