Dirección Física
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Por Isabel Panozo
“La tragedia que cambia una vida” es un tema altamente explotado por las cadenas productoras de cine. Hablar del drama y los desafíos para superar los mencionados eventos, parece ser una oda a la perseverancia que encanta a los espectadores que la presencian. “The Sound of Metal” (2019), de Marder, nos presenta ese tipo de historia, pero la aborda desde una perspectiva muy diferente. Se trata de una experiencia inmersiva en la que el público conoce el problema de primera mano y se relaciona con el protagonista no sólo de forma empática, sino también empírica.
Esta película nos presenta a Ruben, interpretado por Riz Ahmed, un adicto que lleva cuatro años fuera de las sustancias ilícitas y que se dedica en totalidad a tocar la batería en el dúo de Rock/Metal que forma con su novia Lou, encarnada por Olivia Cooke. Este músico, nota de repente que está perdiendo la audición de forma drástica, por lo que tendrá que tomar decisiones para poder “arreglar” su problema. Quien, deduzco, sería su representante lo envía a un hogar especial para gente sorda, dirigida por Joe (Paul Raci), que le ofrece aprender a vivir siendo sordo; pero Ruben no se queda de brazos cruzados y averigua que unos implantes lo pueden ayudar. La decisión final espero que la averigüen viéndola.
Lo que puedo decir de “The Sound of Metal” es que es una película increíble, para la cual el espectador tiene que liberarse de las distracciones. No es una película que funciona de fondo, o al menos no lo creo. La construcción del guion y el sonido hacen que nuestro acercamiento a la sordera que experimenta Ruben sea más humano. Habrán partes en las que escucharemos claramente, pero habrá otras en las que el director jugará con nuestros sentidos para vivir, de cierta manera, en carne propia la desesperación de las conversaciones a medias y una lengua que no entendemos.
Sumado a este sonido único, en mi experiencia, la interpretación de Ahmed es conmovedora. Previo y durante el rodaje demostró un compromiso espectacular con el papel, aprendiendo a tocar la batería, estudiando la sordera gradual y la lengua de señas, no sólo para las líneas que le tocaban, sino también para una mejor relación con sus compañeros de set, una parte de éste eran niños con la afección real.
El actor definió el proceso de aprendizaje y rodaje como “intenso”, en el que tuvo que asimilar muchas cosas al mismo tiempo para poder entender a su personaje, y así, hacer que sus emociones se sientan tan verosímiles como se pudieron ver en la pantalla. La cinta explora el redescubrimiento de uno mismo cuando nos vemos obligados a tener un nuevo yo, y se enfoca en nuestra capacidad de resiliencia frente a la adversidad, ¿somos capaces de enfrentar las cosas como son?, ¿acaso sólo queremos cambiarlas o es que sólo nos distraemos para olvidarnos de todo?
Pero, en especial, la película se enfrenta a uno de los dilemas más importantes del día a día, tanto para los que sufrieron un cambio radical, como para los que no: ¿Somos capaces de soltar y dejarnos perder el control para encontrar la paz? Definitivamente, la situación de Ruben era algo ajeno a él, pero se vio agravada por los intentos de mantener el control por parte del protagonista.
El personaje de Ahmed no estaba dispuesto a cambiar su vida ni su estilo de hacer las cosas, siempre desea calcular todo, desde la dieta hasta cómo se vende en los conciertos. No obstante, todo le trae caos, su audición se deteriora más y sus decisiones no lo llevan a nada, ¿qué hubiera pasado si hubiera dejado de tocar cómo era recomendado? Nunca se sabrá, lo crucial está en entender a Ruben desde su más mundana humanidad y su ego, que no le permiten perderse un momento; y también entenderlo desde el contexto cultural que habita, donde todo se mueve rápido y no hay oportunidad a la duda, donde la quietud se relaciona a la pereza, donde no hay espacio a “ser un error”.