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Por Javier Rojas
La película internacional, ambiciosa y sobre todo bolivianamente tradicional es una muestra en la pantalla grande de la creatividad y el “ingenio” de Carla Ortiz, quien también produjo el proyecto. Ingenio por su necesidad de realizar esta película navideña en la ciudad de La Paz y El Alto, donde la trama cómica y esperanzadora toma lugar; desde la zona más “jailona” hasta la villa más humilde, es notorio el reflejo de las clases sociales durante todo el largometraje.
El casting cuenta con presencia internacional, con actores desde España, Perú y Chile, como también actores nacionales de prestigio, de la mano de Juan José Ruiz. La música original, realizada por Ruy Folguera, es una muestra profesional y acertada de la temática y dirección que tiene la película; por otro lado, la composición de los “cues” musicales durante todo el filme fue realizado por una orquesta, los arreglos de vientos y cuerdas con la temática navideña atinan completamente a la situación festiva.
La producción de la película es inmensa: 2 ciudades, una hora y 45 minutos de escenarios maravillosos, vestimenta de primera gama, actuación estelar de cada miembro. Para Carla, “El milagro de la navidad es poder coordinar con los actores y los inversionistas en los tiempos perfectos”.
Pero ¿de qué va la película? Todo comienza con una mujer, interpretada por Carla Ortiz, vuelve a su ciudad natal en La Paz, confunde sus maletas con las de un hombre llamado Lucas, protagonizado por el actor español Jesús Castro, alegando que una “pitita de la suerte” diferenciaba una maleta de otra. La diferencia social se hace notoria cuando ambos salen del aeropuerto: La familia de la Alma la recibe con bombos y sonajas (de manera literal) y la despachan en un trufi llamado “Chaski Movil” mientras que a es recibido con su chofer personal en un vehículo Jaguar.
Un detalle que hay que tener en cuenta sobre la trama de este largometraje es el apuro de los sucesos, como si a los actores les faltara el tiempo. Un factor compartido entre el director Carlos Bolado y los actores es que la película fue grabada en menos de 6 meses, festejando incluso que “la primera toma nos tomó 2 semanas, cuando lo normal es que dure 2 meses”.
El factor cómico y el motivo de los “milagros” o casualidades es un ángel de la guarda de Lucas, quien lo acompaña desde pequeño. Interpretado por Nico Ponce, su rol en la película como un Sancho Panza con el “superpoder” de cambiar las situaciones a favor de Lucas.
Otro factor bastante notorio es la necesidad de las empresas que invirtieron en la película en poner en buen plano sus logos y mencionarlas con nombre completo. Parte de la trama es que los protagonistas se encuentran trabajando en la empresa cementera “Soboce”, nombre de una empresa real.
Culturalmente, la película demuestra con mucho énfasis (y cariño, desde un punto personal) las costumbres y tradiciones nacionales y occidentales en época navideña, el hornear rosquetes, prepara cocoa y, sobre todo, un valor enfático hacia la solidaridad con los niños del barrio donde vive Alma, el barrio Estrella de Belén. Un barrio predominantemente pobre, rústico, un barrio donde llegas para realizar una pichangueada con los amigos de tus amigos, donde la familia de la protagonista los acoge y les prepara una noche única en esta época del año.
Todo lo contrario, con la vida de los demás actores, protagonizados por actores extranjeros, donde la “cultura de realizar pesebres se perdió, mientras que en Bolivia se sigue esa costumbre”. Solo se hacen menciones sobre la navidad, ya que la familia de Lucas falleció en un accidente y es cuidado por su “nana” paceña.
Un Milagro de Navidad en La Paz emerge como una declaración ambiciosa del cine comercial boliviano: un proyecto masivo, técnicamente pulcro y culturalmente arraigado. Sin embargo, la proeza logística de un rodaje en menos de seis meses es una espada de doble filo. Si bien demostró una eficiencia operativa admirable, esta presión temporal se manifiesta directamente en la narrativa a través de un ritmo acelerado y la dependencia de un Deus Ex Machina explícito (el Ángel) para forzar las casualidades y resoluciones de la trama.
Este compromiso narrativo es paralelo a la necesidad de incorporar el product placement (como Soboce) de manera invasiva, evidenciando que el alto costo de la producción local exige una mitigación de riesgos que afecta la inmersión del espectador. El filme logra ser un espejo cultural vibrante de La Paz, exponiendo con éxito el contraste social entre la élite y la comunidad. Sin embargo, su valor artístico debe evaluarse bajo la lupa de las coacciones industriales que priorizaron la finalización rápida y el financiamiento explícito sobre la sutileza dramática.
El mayor legado de Un Milagro de Navidad en La Paz reside en la cristalización de un modelo de negocio ambicioso para la región. Al seleccionar un género universalmente accesible (la comedia navideña) y utilizar un elenco binacional, la película se posiciona estratégicamente para el mercado global. Demuestra que la inversión privada corporativa es el mecanismo de financiación principal para superar las limitaciones presupuestarias tradicionales en proyectos de esta escala, a pesar de las consecuencias estéticas del emplazamiento de producto.
La verdadera innovación del filme no es su argumento, sino el uso estratégico de la identidad boliviana—su geografía, sus tradiciones únicas y la imagen de las cholitas—como un activo comercial diferenciador. Si la película logra cumplir o superar las expectativas de taquilla, establecerá una plantilla viable para que otras producciones bolivianas utilicen su especificidad cultural como un puente hacia el cine comercial y de exportación, transformando la riqueza local en rentabilidad global.