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Artículo de Opinión
Por Dara Camila Abrego Roca
Disney nos trajo una historia de nuestra infancia y se estrenó nuevamente el pasado 23 de mayo. Estamos hablando de Lilo & Stitch, que fue un éxito en taquillas, aunque no a todos les gustó esta nueva adaptación. Sin embargo, más allá de las camisas floreadas, los ukeleles y la palabra ohana, hay una historia que Disney no contó.
¿Cómo terminó Hawái siendo una estrella más en la bandera de Estados Unidos? Spoiler: no fue por elección libre ni una votación feliz.
La historia que no nos cuenta la película
Primero que nada, debemos adentrarnos en la historia y transportarnos a 1819, cuando comenzó el declive de la dinastía Kamehameha. A esto se sumó la llegada de migrantes estadounidenses, motivados por los rumores de que Hawái tenía tierras fértiles. Con el tiempo, la agricultura, especialmente el azúcar, se volvió una fuente clave de economía para los colonos.
Pero no fue hasta 1898 que Estados Unidos vio el gran potencial estratégico de Hawái, justo en el contexto de la guerra hispano-estadounidense. Ese año, mediante la Resolución Newlands, se anexó oficialmente el archipiélago a su territorio. Los nativos se opusieron a esta anexión, pero no fueron escuchados.
Hawái permaneció como territorio estadounidense por más de 50 años, sin reconocimiento como estado. Esto significaba que sus habitantes no contaban con derechos políticos plenos. Ya en tiempos más contemporáneos, en 1959, en un contexto marcado por la fuerte presencia militar y migración forzada, Estados Unidos realizó un referéndum con solo dos opciones: convertirse en un estado o seguir siendo un territorio bajo control del Congreso. En ningún momento se dio la opción de recuperar la independencia.
Y así, Hawái se convirtió en una estrella más de la bandera de EE. UU.
¿Qué tiene que ver con Lilo & Stitch?
Entonces, ¿qué relación tiene todo esto con la película animada Lilo & Stitch? La respuesta corta es que la historia está ambientada en una isla hawaiana, los personajes son originarios de allí, y nos muestra parte de la vida cotidiana de los hawaianos.
Lilo es una niña pequeña, inquieta y muy curiosa. A través de ella, la película presenta elementos culturales como el baile tradicional, la música y algunas costumbres locales. Sin embargo, esa representación cultural está muy estereotipada: Lilo practica hula, surfea y vive en ese “paraíso tropical” que tantas veces se ha vendido desde fuera. Muchos hawaianos incluso han expresado que no se sienten representados por este personaje, y en algún momento se llegó a prohibir a Disney vender mercancía de la película en parques temáticos en Hawái. Un guiño interesante es la escena en la que Lilo toma fotos a los turistas por ser “diferentes”. Puede parecer un chiste, pero también funciona como crítica: durante años, los visitantes han tratado a los hawaianos como una atracción exótica.
Más allá del dibujo animado: una historia de resistencia
Profundizando más en la relación entre la trágica historia de Hawái y las referencias en la película, vemos que la familia de Lilo y Nani está rota. Ambas hermanas luchan por mantenerse unidas y que el estado no las separe. En medio de eso aparece Stitch, una criatura que representa lo ajeno, lo invasivo, que llega sin permiso y cambia todo.
Es un guiño simbólico que, de alguna manera, refleja esa lucha que vivió el pueblo hawaiano: resistir a la invasión extranjera, adaptarse a nuevas reglas y reconstruirse sin perder el vínculo familiar ni cultural.
Disney nos muestra la belleza de la isla, el espíritu aloha, pero no menciona la base militar en Pearl Harbor, ni la pérdida de la lengua originaria, ni la resistencia de los nativos que hoy siguen reclamando tierra, dignidad y memoria.
Reflexión final: Ohana también es memoria
Lilo & Stitch es una película fresca, divertida y nos comparte valores importantes como la resiliencia, la perseverancia y el amor por la familia. No se trata de tirarle odio a la película, sino de verla como lo que es: una obra de entretenimiento, sí, pero también una oportunidad para conocer el contexto social y cultural de Hawái.
Como todo territorio, tiene un pueblo que luchó por su independencia y que, en este caso, no lo logró. Es una historia que trasciende el tiempo y que conocerla desde una mirada crítica importa, más aún sabiendo que hoy la isla atraviesa una transformación profunda que pone en riesgo su identidad.
Hawái es hermosa por todo lo que representa: por su pueblo que resiste, por su cultura resiliente y valiente, y por su riqueza natural, que merece ser reconocida y respetada. Ojalá en el futuro puedan mantener su identidad intacta, hacer prevalecer su lengua y sus tradiciones, y superar el peso de la colonización estadounidense.
Hawái no fue un regalo. Fue tomado.
Y aunque hoy se vea como destino turístico o escenario de aventuras animadas, es también la tierra de un pueblo que aún tiene mucho que contar.
Porque detrás de cada postal hay voces que resisten.
Y ohana, también, es no olvidar de dónde venimos.