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¿Quién eres? Sólo pregunto

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Opinión

Por Valeria Ortiz

Pasó un año más y seguimos en las mismas. Ya saben, con el racismo hediondo en el aire, el problema base de Bolivia. Antes de que pares de leer, quisiera pedir el permiso para ser honesta contigo, persona querida que lee este texto escrito sin ánimos de enseñarte nada. Sólo platicar.

“El problema del indio” le decían. Ahora, parece más como un problema sin nombre, ¿y saben por qué? Porque el racismo es como un pedo silencioso. ¡Sí! Como un pedo silencioso. Ejemplo, cuando te encuentras platicando entre amigos y de repente hueles a racismo, a veces solo queda hacer una mala mueca y fingir que el racismo no estuvo ahí. Bueno, eso si mínimamente te incomodan ese tipo de discursos que se propagan entre chistes internos. De todas formas, el racismo es más que unas cuantas palabras que se dicen a espaldas de otras personas. Es una cuestión un poco más irritante.

No es por nada pero, ¿de qué color eres? Yo soy color canela. Ni muy muy, ni tan tan, como alguna vez me dijeron. Soy una mujer que nació de una historia familiar con la que muchos podrían identificarse, quiero pensar. Te resumo mi árbol genealógico, pues. De parte de mi papá, tenía abuelos descendientes de españoles que fueron hacendados, y de parte de mi mamá tenía abuelos indígenas que fueron colonos, es decir, esclavos de hacendados. Con la reforma agraria de 1952 mis abuelos hacendados lo perdieron todo y cayeron en la pobreza, y mis abuelos indígenas surgieron de la nada con un negocio de abarrotes en la ciudad de Cochabamba, claro, después de renunciar a todo símbolo de vestimenta que los asociara con “las personas del campo”, como la pollera y las abarcas. Mis papás se casaron, y con un esfuerzo sostenido durante 30 años de trabajo, yo, una mujer de rasgos más quechuas que europeos (solo que con la piel más clara) pude asistir a una universidad privada de alto nivel. 

Y para nada es presunción. Ya les dije, solo busco ser lo más honesta que puedo porque, a la vez que asumo que mi historia familiar podría ser parecida a la de ustedes, no puedo evitar pensar que mi historia, es una historia de éxito excepcional. No todas, ni la mayoría de las familias con un génesis indígena pueden disfrutar de las comodidades de la “estabilidad económica”, lo digo entre comillas por la situación política y económica actual, y porque me parece que estamos de acuerdo al pensar que las desigualdades base de Bolivia no se generaron en este siglo ni el anterior.

¿Y qué es ser indígena? Llevo con esa interrogante en mi cabeza ya un tiempo considerable, tanto como para pensar que es un problema de la vida real. ¿No somos indígenas todos los nacidos en un lugar? Según la etimología latín de la palabra, que nos brinda una búsqueda de Google, “inde” significa “de allí”, y pues “gen” de “genus”, dice que es “nacido” u “originario». ¿No somos acaso todos originarios de aquí? Un estado inventado hace ya casi 200 años que nos obliga a auto identificarnos como bolivianos.

Finalmente, les quería comentar sobre la escritora mixe Yásnaya Aguilar Gil, que en su ensayo “Un nosotrxs sin estado”, nos comparte una posible respuesta a lo que es ser indígena y que según su modo de ver las cosas, en realidad no somos bolivianos. ¿¡Qué!? —SO—. Si les da curiosidad y quieren que les comparta algunos apuntes de este ensayo/libro, déjennos un comentario en la página web y si no, pues ya no me tiren pelota y listo. Chau. 

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